María Angélica Gallo, testimonio de Juan Domingo Perón en Atucha

“A veces pienso cómo mi abuelo y mi padre no le brindaban la trascendencia que tenía el hecho de ser amigos de Perón”, remarcó María Angélica Gallo a La Mañana

María Angélica Gallo

Alejandro Gallo era peón y su esposa Ángela Basualdo, oriunda de San Miguel del Monte, se desempeñaba como cocinera de Peregrina Sánchez Atucha en los campos donde tiempo después se construyó la estación ferroviaria. Ahí conoció a fines de siglo XIX a Juana Sosa y su hijo Juancito.

El testimonio de María Angélica Gallo, vecina de Saladillo, marca el vínculo de la familia de Juan Domingo Perón con Roque Pérez. “Mi abuelo (Alejandro Gallo) relataba que Juancito era muy inquieto. Era una familia muy humilde y lo vestían con un pantaloncito, atado a veces con hilo”.

“No recuerdo cuantos años estuvieron, pero después Mario Perón se va al sur y le deja de regalo a mi abuelo una silla y una percha que era de los Perón que hoy conservamos y vamos heredando los Gallo. Siendo muy chica, me contaba mi abuelo que Don Mario Perón decía ‘Juancito es muy inteligente’ durante su estadía en la localidad” relató.

Mientras fijaba su mirada en el suelo recordando más detalles, señaló que “mi padre nació en 1898 y pienso que debieron estar anotados en Lobos, porque en esa época se incendió la capilla lobense, pero nunca pude tener acceso a ninguna documentación, tal vez por ese hecho”.

“Mi abuelo me contaba que cuando lo fueron a bautizar a mi padre en Lobos, había elegido el nombre de Alberto Pedro Gallo, entonces la madrina que era Teodora Sánchez de Atucha, aconseja su nombre en masculino”, dijo. “De hecho la presencia de Teodora Atucha ha quedado marcado porque el Colegio Secundario de Lobos lleva el nombre de esta mujer”.

Alejandro Gallo

Con un dejo de nostalgia y mostrando el retrato de su abuelo, María Angélica narró que “toda esta historia me la contaba él cuando vivía en Del Carril. Yo era chica y veníamos desde Polvaredas. Cuando Perón asume la primera presidencia, mi abuelo se enfermó y lo llevaron para que recibiera atención médica en Buenos Aires”.

“Ya muy quebrantada su salud, quiso visitarlo. Entonces a través de la familia Atucha logran contactarse con su hermano Mario Avelino, que era director del Jardín Botánico. Van a visitarlo, era un 27 de setiembre de 1950 y les comenta que ni él podía reunirse o estar con Juan Domingo”, indicó. “Entonces lo ve a mi abuelo muy cansado y le sugiere el hermano del general que descanse en esa camita ‘que es de Juan Domingo’. Ese hecho uno lo rescata con el tiempo, y lo transmito a toda mi familia porque es historia, finalmente mi abuelo muere en noviembre de 1950 a los 79 años” recuerda.

“A veces pienso cómo mi abuelo y mi padre no le brindaban la trascendencia que tenía el hecho de ser amigos de Perón”, remarcó María Angélica Gallo a La Mañana, “pero entiendo que por sobre todas las cosas estaba la amistad y eso se valoraba mucho, nadie sacaba rédito de otra cosas. Después que muere mi abuelo, llevamos a Ángela Basualdo a vivir con nosotros a Polvaredas, y llegaban cartas de Juan Domingo Perón dirigidas a ella”, recordó. “Esos escritos se perdieron y lo lamento tanto, porque son testimonios tan históricos…”

María Angélica viaja nuevamente en el tiempo y asegura que para Alejandro Gallo, la figura de Peregrina Sánchez Atucha “era de una diosa” y que entre ellos “había una gran amistad”, señalando que “ya muy anciana, cuando ella vivía muy cerca del Congreso, en avenida Entre Ríos, mi padre la visitaba y ahí estaba “Maro” Aller Atucha, entre otros”.

“A mi padre lo emocionaba hablar de su relación con Juan Domingo. Se anteponía ante las diferencias políticas e ideológicas, la amistad”, recalcó. “Cuando muere Juan Domingo Perón, recuerdo la pena que expresaba, porque sentía que había muerto alguien que también había formado parte de la historia familiar”.

“El 1 de julio de 1974 mi padre lo vivió con mucha tristeza, de tal manera que cuando profanan las manos de Perón 13 años después de su muerte, él estaba enfermo, pero no se lo conté. ¿Por qué? Porque le iba a doler muchísimo. Murió a los 88 años el 1 de febrero de 1987. Él se fue sin saber que habían atentado y profanado los restos del general”.

Y señaló: “Me quedo con la postal de aquel Juancito, ese Juancito pobre, muy pobre. Quizás fue alumbrado para llegar adonde llegó Sus condiciones de nacimiento están directamente vinculadas con los ideales que supo exprimir  Perón, pero en el caso de nosotros, valoramos la amistad, basada en el respeto mantenida desde la generación de mi abuelo”.